Historia Regional
Los arqueólogos han encontrado evidencia de asentamientos
prehispánicos que datan del periodo Postclásico, ya que era la ruta de los
grupos mexicas para llegar al Istmo de Tehuantepec.
En la época colonial, esta
región fue la vía que seguían los cargamentos de grana cochinilla, ganado y
cereales y las mercancías provenientes de Veracruz y Oaxaca.
En el siglo XIX, el presidente
Benito Juárez mandó a construir una ruta de arriería hacia la Ciudad de México,
la cual se ha transformado en la carretera 131. Mientras que en la época
porfirista, se construyó el ferrocarril que atraviesa el Cañón del Tomellín,
que comunica, hasta hoy, a la capital del estado con el país.
En la actualidad, la figura más
destacada, fue María Sabina, curandera oriunda de Huautla, que reveló al mundo
el uso de los hongos alucinógenos.
LA CAÑADA
La Cañada de Cuicatlán, es una región de múltiples contrastes
dentro del contexto oaxaqueño, gracias a su accidentada orografía y su
considerable asentamiento de diversos grupos culturales. Es la región más
pequeña del estado.
La ciudad más importante, a
nivel administrativo, es Teotitlán de Flores Magón, pero se considera a Huautla
de Jiménez como el más importante centro cultural de toda la región.
LA HISTORIA DE MARIA SABINA
PODEROSO AMARRE DE AMOR
Resulta imposible hablar de los magos
y brujos del presente y del pasado sin aludir a María Sabina, la curandera de
Huautla. Comenzó a ser conocida en el mundo, al mismo tiempo que los hongos
mágicos, a partir de la década de los 50, como resultado de la visita que los
esposos Wasson hicieron a esta mujer, que vivía en un poblado situado en la
sierra de Oaxaca, en el sur de México. María Sabina adquirió entonces renombre
mundial, que mantuvo hasta su muerte, sucedida treinta años después de conocer
a los Wasson.
Nació
en la misma aldea donde dejó de existir, en los primeros años del presente
siglo, en este lugar donde se practicaba desde hacía cientos de años una
curiosa costumbre: la ingestión de ciertos hongos alucinógenos, llamados
nanacatl en la lengua indígena. Los frailes que acompañaban a los
conquistadores supieron de esta práctica y la consideraron demoníaca. También
habían visto la mano de Satanás en los templos mayas, en los bajorrelieves y en
la escritura maya, así como en ciertas costumbres que no se molestaron en
examinar y tratar de comprender. Eran algo muy especial, aquellos benditos
frailes.
Los
habitantes de la sierra y sus sacerdotes consideraban que los hongos mágicos
habían sido concedidos por los dioses y que era por conducto suyo que podían
comunicarse con los seres humanos. Y por ser sagrados no debían ser conocidos
por nadie que fuera ajeno a la serranía de Huautla. Por mala suerte, en 1936 se
filtró el secreto al exterior a través de cierto Robert Witlander, quien
escribió un reportaje sobre los hongos mágicos. Esto animó al etnólogo John
Bassett Johnson a viajar a Oaxaca para conocer la ceremonia de los hongos. En
lugar de mostrarse discreto, como le habían suplicado, se apresuró a ir con el
chisme a su tierra, en vísperas de Pearl Harbor. La guerra ayudó a mantenerse
los brujos de Huautla en su retiro.
Pero
Gordon R. Wasson, especialista en el estudio de los hongos, supo de la visita
de Bassett y decidió desplazarse a Oaxaca en compañía de su mujer Valentina.
Ignoraban los insensatos que, antes de que transcurrieran diez años, Huautla se
poblaría de hippies y de todo género de sujetos ávidos de probar los hongos. Y
no en omelette, precisamente.
El
primer contacto de los Wasson fue con un indígena de nombre Aurelio, quien bajo
los efectos de los hongos describió detalles de su vida, de su familia y de sus
amigos de Nueva York que resultarían ciertos.
En su
segunda visita, Wasson conoció a María Sabina, hija y nieta de brujos y
curanderos, que dominaba el saber mágico de sus antepasados y la técnica de los
colegas de la región. Supo el micólogo que la mujer había casado a la edad de
catorce años —según es frecuente en los países tropicales—, y enviudó al
cumplir los veinte. Luego casó a los treinta y tres con un brujo que le hizo
conocer el mundo de la magia.
Marcial
trataba a golpes a su mujer y ésta soportaba pacientemente todo, gracias a los
hongos.
Un día
llevaron a casa de María dos enfermos. Siendo el curandero número uno de
Huautla, Marcial no supo diagnosticar su mal. María comió unos hongos a
espaldas de su hombre y halló la forma de curarlos. Esto molestó a Marcial,
quien la emprendió a golpes con ella. Desalentado al verse superado por los
poderes de la mujer, Marcial encontró una amante, cuyos hijos se molestaron con
el intruso y lo mataron a palos. María Sabina se quedó sola, pero eso no
pareció importarle demasiado. Conocía ya muy bien la que sería su profesión.
Siendo
la zona tan rica en curanderos, la competencia era grande. Pero María supo
realizar tales curaciones afortunadas que su fama se extendió más allá de la
sierra. En una ocasión que su hermana estaba sumamente enferma, María ingirió
más hongos que otras veces y recibió la visita de un ser fantasmal que le
confirió un poder fabuloso: el de llegar apredecir el futuro.
Acudió
un día a su casa el director del Instituto Nacional Indigenista en busca de
consejo. Había desaparecido de su oficina una fuerte suma de dinero. Los hongos
ayudaron a María a ver el rostro del culpable, que no tardó en ser apresado:
era un familiar del director. Más tarde predijo la muerte de un tiro por la
espalda de Erasto Pineda, cafetalero y varias veces alcalde de Huautla. Fue
puesto sobre aviso, pero la profecía se cumplió. ¿Venía a demostrar la
ingestión de los hongos la posibilidad de abrir el camino para la aparición de
ciertos fenómenos paranormales, como pudieran ser la clarividencia y la
precognición?
A
partir de la visita de Wasson a Huautla creció de manera asombrosa el consumo
de hongos alucinógenos en Estados Unidos, acompañado por el peyote, una
cactácea conocida por los indígenas del noroeste de México, entre ellos los
tarahumaras y los huicholes. Más tarde logró sintetizarse el LSD, que condujo a
la locura y a la muerte a muchos norteamericanos.
Si los
brujos de la serranía de Oaxaca y los tarahumaras de la sierra de Chihuahua
sabían utilizar sabiamente los poderes de hongos y peyote, que jamás causaron
perjuicios a su organismo, no sucedió lo mismo en Norteamérica, donde se
ingirieron de manera desordenada, igual que siguen haciendo con el alcohol.
¿Fue aquel contacto con algo que no supieron utilizar con prudencia lo que
condujo a su población al consumo explosivo de drogas y al desquiciamiento de
su sociedad?
LOS HONGOS ALUCINOGENOS
OAXACA CUENTA CON UNA GRAN EXTENSA HERBOLARIA
Nació en la misma aldea donde dejó de existir, en los primeros años del presente siglo, en este lugar donde se practicaba desde hacía cientos de años una curiosa costumbre: la ingestión de ciertos hongos alucinógenos, llamados nanacatl en la lengua indígena. Los frailes que acompañaban a los conquistadores supieron de esta práctica y la consideraron demoníaca. También habían visto la mano de Satanás en los templos mayas, en los bajorrelieves y en la escritura maya, así como en ciertas costumbres que no se molestaron en examinar y tratar de comprender. Eran algo muy especial, aquellos benditos frailes.
Los habitantes de la sierra y sus sacerdotes consideraban que los hongos mágicos habían sido concedidos por los dioses y que era por conducto suyo que podían comunicarse con los seres humanos. Y por ser sagrados no debían ser conocidos por nadie que fuera ajeno a la serranía de Huautla. Por mala suerte, en 1936 se filtró el secreto al exterior a través de cierto Robert Witlander, quien escribió un reportaje sobre los hongos mágicos. Esto animó al etnólogo John Bassett Johnson a viajar a Oaxaca para conocer la ceremonia de los hongos. En lugar de mostrarse discreto, como le habían suplicado, se apresuró a ir con el chisme a su tierra, en vísperas de Pearl Harbor. La guerra ayudó a mantenerse los brujos de Huautla en su retiro.
Pero Gordon R. Wasson, especialista en el estudio de los hongos, supo de la visita de Bassett y decidió desplazarse a Oaxaca en compañía de su mujer Valentina. Ignoraban los insensatos que, antes de que transcurrieran diez años, Huautla se poblaría de hippies y de todo género de sujetos ávidos de probar los hongos. Y no en omelette, precisamente.
El primer contacto de los Wasson fue con un indígena de nombre Aurelio, quien bajo los efectos de los hongos describió detalles de su vida, de su familia y de sus amigos de Nueva York que resultarían ciertos.
En su segunda visita, Wasson conoció a María Sabina, hija y nieta de brujos y curanderos, que dominaba el saber mágico de sus antepasados y la técnica de los colegas de la región. Supo el micólogo que la mujer había casado a la edad de catorce años —según es frecuente en los países tropicales—, y enviudó al cumplir los veinte. Luego casó a los treinta y tres con un brujo que le hizo conocer el mundo de la magia.
Marcial trataba a golpes a su mujer y ésta soportaba pacientemente todo, gracias a los hongos.
Un día llevaron a casa de María dos enfermos. Siendo el curandero número uno de Huautla, Marcial no supo diagnosticar su mal. María comió unos hongos a espaldas de su hombre y halló la forma de curarlos. Esto molestó a Marcial, quien la emprendió a golpes con ella. Desalentado al verse superado por los poderes de la mujer, Marcial encontró una amante, cuyos hijos se molestaron con el intruso y lo mataron a palos. María Sabina se quedó sola, pero eso no pareció importarle demasiado. Conocía ya muy bien la que sería su profesión.
Siendo la zona tan rica en curanderos, la competencia era grande. Pero María supo realizar tales curaciones afortunadas que su fama se extendió más allá de la sierra. En una ocasión que su hermana estaba sumamente enferma, María ingirió más hongos que otras veces y recibió la visita de un ser fantasmal que le confirió un poder fabuloso: el de llegar apredecir el futuro.
Acudió un día a su casa el director del Instituto Nacional Indigenista en busca de consejo. Había desaparecido de su oficina una fuerte suma de dinero. Los hongos ayudaron a María a ver el rostro del culpable, que no tardó en ser apresado: era un familiar del director. Más tarde predijo la muerte de un tiro por la espalda de Erasto Pineda, cafetalero y varias veces alcalde de Huautla. Fue puesto sobre aviso, pero la profecía se cumplió. ¿Venía a demostrar la ingestión de los hongos la posibilidad de abrir el camino para la aparición de ciertos fenómenos paranormales, como pudieran ser la clarividencia y la precognición?
A partir de la visita de Wasson a Huautla creció de manera asombrosa el consumo de hongos alucinógenos en Estados Unidos, acompañado por el peyote, una cactácea conocida por los indígenas del noroeste de México, entre ellos los tarahumaras y los huicholes. Más tarde logró sintetizarse el LSD, que condujo a la locura y a la muerte a muchos norteamericanos.
Si los brujos de la serranía de Oaxaca y los tarahumaras de la sierra de Chihuahua sabían utilizar sabiamente los poderes de hongos y peyote, que jamás causaron perjuicios a su organismo, no sucedió lo mismo en Norteamérica, donde se ingirieron de manera desordenada, igual que siguen haciendo con el alcohol. ¿Fue aquel contacto con algo que no supieron utilizar con prudencia lo que condujo a su población al consumo explosivo de drogas y al desquiciamiento de su sociedad?